Élida

testimonio elida

Hola, soy Élida , tengo 37 años y vivo en Lucena (Córdoba). Quiero contar mi historia porque sé que cuando te enfrentas a una enfermedad desconocida, el mundo se hunde y creo que quienes tengan un caso como el mío, en el que la evolución no es favorable, le vendrá bien ver que se puede superar, que hay solución. En marzo de 2005 empecé a sentir picores por el cuerpo durante el día y la noche, muy intensos en las plantas de los pies y manos. Tras multitud de pruebas, recibimos el primer diagnóstico: “Cirrosis Biliar Primaria», una enfermedad poco frecuente que afecta al hígado. Nos asustamos pero nos tranquilizó que nos dijeran que, en la mayoría de los casos, con un tratamiento se estabilizaba y no evoluciona. Durante los primeros meses la enfermedad estuvo muy controlada y aunque nos digeron que hasta que no estuviese estable no buscara un bebé, me quedé embarazada. Decidimos seguir adelante con el embarazo ya que para mí era muy importante ser madre, y nos dijeron que estando controlado no supondría ningún problema. Durante el embarazo, el ginecólogo me suspendió el tratamiento y empecé a empeorar, no se sabe si por el embarazo en sí o por la suspensión del tratamiento. Los niveles hepáticos fueron subiendo poco a poco. Tuve a mi hijo a las 34 semanas de embarazo, un niño precioso y fuerte que me dio fuerzas para luchar contra lo que vendría después. Sin explicación ninguna, empecé a no responder bien al tratamiento. Tenía que agotar todas las opciones y, con el apoyo de mi doctora del H.U. Reina Sofía de Córdoba, fui a Barcelona a un especialista hepatólogo. Poco a poco fui empeorando y, aunque en dos ocasiones me hablaron de la posibilidad del trasplante, no entraba en lista de espera porque los niveles hepáticos subían y bajaban. Yo estaba muy cansada y por las tardes a penas podía hacer nada, no quise dejar de trabajar porque mi trabajo no requería esfuerzo físico y hacía que me sintiera útil. Mi familia lo respetaba, pero a veces me pedían que lo dejara, pero siempre he sido una persona muy activa y quedarme en casa, era insoportable para mí, me hubiera hundido. En mayo del 2013 empiezan a hacerme las pruebas para el trasplante y entré en lista de espera. A pesar del miedo inicial que me produjo pensar que no había otra opción, yo confiaba plenamente en los médicos que me asistían y en que me recuperaría. Fue un verano duro, en los primeros días de agosto tuve que pedir la baja laboral porque ya no podía aguantar ni las primeras horas del día sentada. El cansancio me consumía y estaba todo el día acostada. Aunque siempre intentaba andar un poco, empecé a retener liquido en la pleura y por ello, no paraba de toser esputos de día y de noche, de forma que apenas descansaba. La espera del órgano me producía una gran ansiedad. Era muy duro ver cómo me encontraba y ver como mi hijo de 6 años comprendía que su madre no podía atenderlo. Cuando empezaba a perder las esperanzas de que el órgano llegara a tiempo, a las 4 de la tarde del 9 de octubre de 2013, mi doctora me comunicó que había un órgano para mí. Corrimos al hospital y tras comprobar la compatibilidad, entré en quirófano con una fe inmensa en mis médicos, y unas esperanzas enormes de recuperar la vida.Tras unas 8 horas de operación, desperté como sí los últimos años de mi vida hubieran sido un sueño. La intensa tos había desaparecido, y tenía unas ganas de moverme, de hacer cosas,….. Me sentía VIVA, había renacido. Me habían dado una segunda oportunidad. A pesar de que pensaba lo contrario, la recuperación fue muy rápida. Día a día notaba los avances, de forma que a los dos meses hacía vida normal, con algunas limitaciones claro, y a los 6 meses me incorporé al trabajo. A los 9 meses, pude disfrutar de excursiones senderistas de hasta 11 kilómetros, cosa que llevaba muchísimos años sin poder hacer porque el cansancio me lo impedía. Ahora hago una vida normal, llena de actividad. He vuelto a ser la mujer activa y dinámica que era antes. Por eso ahora, siempre digo que soy feliz porque no sólo he vuelto a nacer, sino porque he aprendido a disfrutar cada pequeño detalle de la vida. Volver a testimonios